
Iglesia del Divino Salvador
Castellar de la Frontera

La Iglesia del Divino Salvador de Castellar de la Frontera guarda uno de los símbolos más queridos del municipio: el Cristo de la Almoraima. Para muchos viajeros, el templo es solo una parada más en su ruta por el Campo de Gibraltar; para los chisparreros, es el corazón espiritual donde reposa una historia que mezcla arte barroco, tradición monástica y devoción popular.
Un templo humilde que protege un patrimonio excepcional
La Iglesia del Divino Salvador responde a la sobriedad propia de las pequeñas parroquias rurales de la zona. Sin excesos ornamentales, su interior blanco y sereno permite que la mirada del visitante se dirija sin distracciones hacia lo esencial: las imágenes que guardan la memoria espiritual del pueblo. Entre ellas destaca, de manera contundente, la figura del Cristo de la Almoraima, situada en un lugar privilegiado del retablo.
Es precisamente este contraste, un templo sencillo que acoge una obra artística de notable calidad, lo que sorprende al viajero. La talla, vinculada a la escuela sevillana barroca del siglo XVIII, muestra un Cristo de rostro sereno, casi introspectivo, muy distante del dramatismo extremo que caracterizó otras épocas. Ese equilibrio entre dolor contenido y belleza plástica es parte del magnetismo que sigue generando.

Del convento al pueblo: la memoria que se trasladó al Divino Salvador
La historia del Cristo no se entiende sin su origen en el cercano Convento de San Miguel de la Almoraima, fundado por los mercedarios en el siglo XVII. Allí, en pleno corazón de los alcornocales, la imagen formó parte de la vida cotidiana de la comunidad religiosa y de los habitantes de Castellar.
Tras la desamortización del siglo XIX, el convento quedó prácticamente despoblado y muchas de sus piezas artísticas fueron trasladadas. El Cristo de la Almoraima, una de las imágenes más veneradas, encontró finalmente su hogar definitivo en la Iglesia del Divino Salvador. Desde ese momento, el templo adquirió un peso simbólico aún mayor: se convirtió en depositario de la fe y la memoria del antiguo convento.

Un punto de encuentro para devotos y curiosos
Hoy, quienes cruzan la puerta principal del Divino Salvador se encuentran con una atmósfera recogida, casi íntima, que invita a detenerse. Ya sean peregrinos locales, visitantes atraídos por la historia de Castellar o turistas que descubren el templo durante su recorrido, todos suelen coincidir en algo: la presencia del Cristo de la Almoraima impone una calma particular.
La imagen es, además, protagonista de algunos de los momentos más emotivos del calendario religioso chisparrero. Aunque su salida procesional varía según los años, su devoción popular permanece intacta. No es raro escuchar relatos de vecinos que recuerdan cómo, generaciones atrás, familias enteras acudían al Divino Salvador para pedir protección al Cristo antes de emprender un viaje, afrontar una cosecha o superar una crisis.



