Fuente de la Salada

Alcalá de los Gazules



En la ladera del cerro de la Coracha, al sur de Alcalá de los Gazules (Cádiz), brota un manantial que ha alimentado la vida local durante casi dos milenios: la Fuente de la Salada. Este rincón no es solo un punto de agua, sino un testimonio vivo de ingeniería romana.

Orígenes romanos y arquitectura hidráulica

La Fuente de la Salada con ocho pilas debe su origen a la época romana, cuando se erigió como un complejo hidráulico destinado a almacenar y canalizar agua desde un manantial fino y salobre. En su base se encuentran dos depósitos abovedados, cubiertos con bóvedas de cañón y construidos con sillares perfectamente escuadrados, datados entre el siglo I a. C. y el siglo II d. C.

Según el historiador Ramón Corzo Sánchez, estas cámaras en paralelo permitían trabajar en una mientras se mantenía la otra en uso, un diseño típico de la antigüedad que asegura continuidad en el suministro y facilidad de mantenimiento.

Continuidad histórica y valor estratégico

Este manantial no fue abandonado tras la caída del Imperio romano. Por el contrario, ha seguido utilizándose de modo ininterrumpido durante el Medievo, la Edad Moderna y hasta tiempos contemporáneos.

La importancia del agua para los habitantes de Alcalá es fundamental. En épocas de sequía, cuando otros puntos se agotaban, la Fuente de la Salada mantenía un caudal constante, lo que consolidó su papel como recurso vital.

Sabores y leyendas

La "salada" de su nombre alude al carácter ligeramente salino del agua, derivado de la composición mineral del terreno.

Como ocurre con muchos lugares ligados al agua, la Fuente de la Salada fue también escenario de relatos populares. Entre los mayores del lugar aún se recuerdan historias sobre apariciones, luces misteriosas o supuestas propiedades curativas. Aunque no existen estudios que avalen efectos medicinales, algunos alcalaínos afirmaban que sus minerales eran beneficiosos para la piel o para la digestión. Estas leyendas, transmitidas de boca en boca, contribuyeron a reforzar el encanto del lugar. 


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