El Retablo de la Vida

Paterna de Rivera

En el umbral de Paterna de Rivera se erige, inscrito en el paisaje cotidiano, un fragmento de memoria colectiva: El Retablo de la Vida. No es un retablo religioso en el sentido estricto, sino un retablo civil: un bajorrelieve en bronce que, como los retablos barrocos que narraban vidas de santos en las iglesias, cuenta en clave local las escenas que han formado la identidad paternera.

La obra fue modelada por el escultor Jesús Cuesta Arana y colocada en la Avenida Blas Infante; se inauguró el 2 de abril de 2007 con el propósito explícito de homenajear las virtudes, las tareas y las tradiciones del pueblo. Desde su apertura al público funciona como una especie de epígrafe monumental que resume visualmente  la memoria social de la villa. 

Técnica y formato: la pieza es un bajorrelieve de gran formato —aproximadamente 4,20 metros de ancho por 2,10 metros de alto— realizada mediante el sistema de la cera perdida y fundida en bronce, partiendo de un molde de barro y con procesos de enmoldado y vaciado que hablan tanto de tradición artesanal como de ceremonia industrial del arte público contemporáneo. El resultado es un panel donde la textura y la profundidad crean un teatro de figuras en el que el espectador puede «leer» episodios y personajes a diferentes distancias.

En el centro del retablo late la vida cotidiana: Faenas agrarias, animales de labor, escenas de trabajo y de convivencia; pero también aparecen las manifestaciones culturales que definen a Paterna ante sí misma y ante el mundo: el flamenco y, de modo particular, la petenera —canto y estilo con una impronta local poderosa— ocupan un lugar destacado en la composición. Los encierros urbanos, la figura del labrador y la mujer en el ámbito doméstico y productivo se mezclan con iconos colectivos que invitan a reconocer en la escultura no sólo al pasado inmediato, sino un relato continuo que va de lo rural a lo festivo.

El autor, Jesús Cuesta Arana, es una figura con vínculos estrechos con la localidad: su obra deja huellas visibles en las plazas y avenidas de Paterna —entre ellas, además del Retablo de la Vida, el monumento a la Petenera y bustos dedicados a figuras locales— y su vínculo con el municipio fue reconocido públicamente en diversas ocasiones. Cuesta trabajó con materiales tradicionales y técnicas clásicas, pero con un vocabulario figurativo propio que mezcla realismo y dramatismo expresivo; su ejercicio escultórico en Paterna puede leerse como la colaboración de un artista con la construcción de la memoria local. (El escultor falleció en 2020, dejando tras de sí ese y otros encargos públicos en la villa) 


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