Convento de Jesús, María y José

Medina Sidonia



En la villa de Medina Sidonia se erige un edificio cuya presencia combina la sobriedad barroca con un susurro de historias humanas intensas: El Convento de Jesús, María y José, que fue fundado en el siglo XVII por la comunidad de religiosas Agustinas Recoletas y respaldado por la figura de un comerciante-indiano que quiso dejar huella en su tierra. A través de sus muros conviven arquitectura, devoción y leyendas.

Fundaciones e impulso indiano

La idea de levantar este convento arranca en 1687, cuando el capitán vasco de la Orden de Santiago, don Diego de Iparraguirre, adquiere una pequeña manzana urbana (compuesta por diecinueve casitas y la ermita arruinada de Nuestra Señora de la Consolación) para habilitarla como solar del nuevo cenobio.

Las obras de la iglesia y el convento se encargaron al maestro arquitecto Juan Bautista de la Rica y se extienden aproximadamente entre 1688 y 1692. Este mecenazgo, típico en la época de los llamados "indianos", dota al edificio de unos rasgos que reflejan tanto humildad como ambición: sobriedad exterior, detalles barrocos interiores y una comunidad femenina bajo la regla de las Agustinas Recoletas.

Arte y arquitectura: Recato y esplendor

Desde fuera, el convento exhibe una fachada de líneas moderadas, con portadas adinteladas rematadas por frontones, y un volumen que destaca en el tejado: la estructura octogonal que alberga la cúpula.

El interior de la iglesia es particularmente singular: su planta es octogonal, con dos cuerpos añadidos rectangulares (presbiterio y coro) que enmarcan la cúpula semiesférica. Las bóvedas están decoradas con frescos que simulan arquitecturas fingidas y escenas de la vida de san Agustín. El claustro, núcleo de la vida conventual, tiene planta cuadrada, dos pisos, con columnas toscanas en la primera planta y vanos simples en la segunda.

Entre las piezas artísticas de interés, destaca el retablo mayor (obra de finales del siglo XVII-principios del XVIII) que alberga en su hornacina central un conjunto de la Sagrada Familia, y cuyos flancos están ocupados por Santos Agustinos. La combinación arquitectónica y artística hace de este convento uno de los ejemplos más interesantes del barroco gaditano del final del siglo XVII.

Una historia humana: Conver­sión, mantos de clausura y grandes cambios

Más allá de los ladrillos y la ornamentación, el convento guarda historias que hablan de personas (y de cambio). Un caso emblemático es el de la joven judía de Gibraltar Simi Cohen Leví, que a los dieciséis años huyó de su familia, llegó a Medina Sidonia en 1817, fue bautizada y entró en el convento un año después. Profesa en 1819 y muere en 1887, siendo aún hoy venerada.

Otro momento crítico se produjo en la desamortización: al convento se le expropian sus terrenos (307 fanegas y 413 aranzadas) lo que supuso una seria amenaza para su sostenimiento.

Pero la comunidad logró mantenerse: hoy las agustinas recoletas siguen en el lugar, sosteniendo su vida de clausura junto con una labor artesanal, en la que destacan dulces tradicionales y licor rompope, testimonio de su adaptación a los nuevos tiempos.


Síguenos en Redes Sociales