Castillo de Medina Sidonia

Medina Sidonia



En lo alto de la colina que domina la campiña de La Janda se alzan las piedras erosionadas del Castillo de Medina Sidonia, un lugar que actúa como cofre del tiempo: en apenas unos pasos se atraviesan milenios. No es exageración retórica: los estudios arqueológicos han documentado al menos tres fortificaciones superpuestas (vestigios de ocupaciones que van desde la Protohistoria hasta la Edad Moderna) y un repertorio de materiales que hablan de presencia humana constante en la cima del cerro.

Un lugar estratégico con vistas

El cerro del Castillo se eleva cerca de 380 metros sobre el nivel del mar y su situación geográfica explica su larga vida como enclave defensivo: desde ahí se domina la campiña, la sierra y, en los días claros, la bahía de Cádiz. Esa panorámica convirtió el lugar en un puesto deseado por romanos, poblaciones islámicas y señores feudales medievales; cada uno dejó su huella constructiva y territorial, que hoy las excavaciones y los restos permiten leer casi como un libro de capas.

Tres ciudades en una cumbre

Los vestigios que afloran en el yacimiento del Cerro del Castillo ilustran una secuencia larga y compleja: sobre estructuras que pueden remontarse a la Edad del Bronce aparecieron luego defensas romanas (un castellum con murallas y torres), más tarde un alcázar islámico y, finalmente, un castillo medieval modificado por los duques de Medina Sidonia. Esa superposición convierte al cerro en un laboratorio ideal para entender la movilidad del poder, la tecnología militar y las adaptaciones urbanísticas a lo largo de siglos.

Restos y sorpresas: Lo que cuentan las excavaciones

Las campañas arqueológicas desarrolladas en las últimas décadas han ido extrayendo fragmentos que confirman la antigüedad y la diversidad cultural del asentamiento: cerámicas a mano del Bronce Final, materiales fenicio-púnicos en capas testimoniales, estructuras romanas con sillares y torres adosadas, y evidencias de ocupación almohade con silos y muros de tapial. Cada nuevo sondeo añade piezas al puzle (y a veces cambia la interpretación), lo que mantiene al cerro como un yacimiento en continuo proceso de investigación.


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